La Caverna de la Luz

Ojos descarnados

¿Qué es lo que vemos? ¿cómo lo retratamos? ¿quién es el que ve?

Nosotros mismos sustituimos o nos sustituyen los ojos por todos estos dispositivos que ven el mundo, nuestro mundo, por nosotros: móviles, cámaras de video vigilancia, cámaras fotográficas, distintos objetivos, sensores, pantallas etc. que captan y/o emiten ininterrumpidamente imágenes a nuestros cerebros.

¿Qué es lo que estamos viendo? ¿Quién está decidiendo lo que vemos?

De algún modo nos están instalando unos ojos cibernéticos que tienen permitido el acceso a nuestro cerebro y, en consecuencia, determinan qué es lo que tenemos que ver, lo que podemos pararnos a contemplar e, incluso, lo que nos es permitido imaginar.

Quizás se trate todo de una ficción, en la que nuestro personaje, ante la duda, ante la negación de la veracidad de lo que se le muestra, sea interpelado por el gran hermano (emulando a Groucho Marx): pero, ¿a quien va usted a creer, a mi o a sus propios ojos?

Jesús López Rivas

 

Nada mejor para hablarnos de la obra artística de Jesús que este artículo de Lidia Gil en el Diario Montañés:

La fotografía de Jesús López Rivas regresa a Trazos Tres

El creador santanderino reúne sus miradas en ‘Polípticos fotográficos’ Una selección de imágenes en blanco y negro recorre sus paisajes íntimos

LIDIA GIL.Santander DM Jueves, 13 abril 2006, 02:00

Toda exposición de fotografía ofrece la posibilidad de experimentar una nueva organización del mundo que el artista nos presta generoso. Ocurre con todas las artes pero en la fotografía la apropiación es más sutil, porque sabemos que aunque interpretada, es la realidad más aparente la que nos aparece seleccionada. El fotógrafo, apasionado de la imagen y sus estructuras, escarba en la totalidad que nos rodea y nos dice «esto me sorprendió», «no pude evitar llevarme este fragmento a casa», «¿no es increíble esta forma?», «este celaje ha podido conmigo» … y tantas propuestas que no hacen más que hablarnos de la percepción del mundo de una manera explícita y provocada.

Jesús López Rivas (Santander, 1960) vuelve de nuevo a la escena expositiva en el seno de la galería Trazos Tres, que ya ha mostrado anteriormente su trabajo y con la que participó en Estampa en 2004.

Su trayectoria está marcada por la continua experimentación. Ha trabajado técnicas antiguas como la cianotipia, la ferrotipia, el papel salado o la goma bicromatada. En 8×8, Canon, Trozos, Landscape, De lo ignoto, Chispas, Construcciones veerbales, Paisajes, de 2002, utilizó fotografías hechas con Polaroid de las que despegaba la finísima película para aplicarla sobre el papel, adoptando sus texturas y calidades, consiguiendo un efecto preciosista y delicado.

Como un juego en el que gusta de controlar todos los aspectos del proceso creador, López Rivas ha realizado cuidadas ediciones artesanales de sus fotografías en libros temáticos salidos de su propia editora ‘Veer para Creer’.

En sus interiores podemos encontrar homenajes al círculo o a la madera, una colección de cielos, bailes cromáticos en el agua o la creación de un curioso animalario, todo ello aderezado según los casos con poesía, humor y surrealismo.

En esta muestra, ‘Polípticos fotográficos’, encontramos una selección de imágenes en blanco y negro, emulsionadas directamente sobre el papel, que atrapan esos paisajes preferidos, necesitados, rescatados de una realidad que, para el fotógrafo, analista y diseccionador, nunca es indiferente.

Equilibrio y serenidad

Un interior volcado al mar, los entramados de la hierba, la esfera de un viejo reloj contrapuesto a un pavimento, un muro encalado, un suelo azulejado, casas curiosas, cuerpos perfectos de piel negra o una congregación de gotas de agua son algunos de los motivos que aparecen en estos trabajos en los que prima la composición equilibrada y serena, sin renunciar a juegos semánticos, intervenciones ocasionales con grafito sobre la fotografía o llamadas a la ironía. Las obras aparecen agrupadas en series, lo que permite un particular proceso de visualización y reflexión sobre la imagen y sus resortes.

El fragmento, la textura, la forma y el contraste son tratados con limpieza, otorgándolos un protagonismo clásico en el que el tiempo se detiene para traernos la iconografía personal del artista.

 

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