Sol Cultural

Eduardo Gruber – Lo negro como metáfora

Nada ocurre por casualidad. Comienzo este texto el día que se hace pública la condena de 22 años y medio de cárcel a Derek Chauvin, el policía que mató a George Floyd el 25 de mayo de 2020 en Mineápolis. Todavía se nos hiela la sangre cuando recordamos aquel “No puedo respirar”, los nueve agónicos minutos de presión, las veinte veces que Floyd comentó “I can’t breath”, como una absurda letanía: la rodilla de Derek sobre el cuello de George producía un efecto similar al de la COVID-19 en nuestros pulmones. Arranco el texto a pocas horas de que podamos dejar de usar las mascarillas en exteriores, cuando se garantice la “distancia de seguridad”, aunque el virus, con su ariete incesante, sigue por nuestras calles, infecta a nuestros jóvenes y, seguramente, todavía nos dé algún susto: los cuerpos siguen atrincherados.

Hemos tenido un año largo, y negro. Un año cero. Formatearon el disco duro y están viendo si el nuevo sistema operativo acaba de funcionar bien. Algunos lo llamaron, hace meses, la “nueva normalidad”. Nos suele dar miedo lo ignoto. Nos llena de inseguridades, de miedos, de angustias… de interrogantes sin respuesta. Pero en la creación artística no hay otra estrategia posible que enfrentarse a ellos. El mismo Gruber nos lo recordaba en una reflexión de mediados de los años ochenta: “La incertidumbre, la duda, es la base de la creación: se debe caminar hacia lo desconocido”.

Aquí tenemos la mano del artista, del hacedor, como las manos en positivo de las cavernas paleolíticas. Rituales, mitos y relatos. La necesidad de decir: “Yo estuve aquí”. O mejor: “Este soy yo”. Huella e identidad. Tenemos también su texto autógrafo, que nos permite profundizar en algunas ideas que rondan por su cabeza: “El brillo no deja al grafito ser negro. / Raza. El negro como insulto racista. / En el negro falta todo color. / Luto”.

Una teoría del color (negro)… una teoría de la vida; actitud y creación. Proceso e implicación. Acercarse a la obra de Eduardo Gruber supone pactar unas reglas estrictas y entrar a jugar. Su mente privilegiada procesa muchas cosas a la vez y su obra nos las muestra ordenadas para que viajemos, guiados, por esos itinerarios fascinantes que nos sugiere.

Nada ocurre por casualidad. Mirando Lo negro como metáfora me viene a la mente una imagen de Duane Michals, de 1974, titulada Black is Ugly (Lo negro es feo). En ella, el retratado posa de perfil delante de la cámara. En el texto que acompaña a la fotografía se puede leer: “Toda su vida creyó las mentiras que los hombres blancos le habían dicho. Él creía que lo negro era feo y un castigo de Dios, aunque no podía adivinar lo que su pecado debía haber sido”.

Decía Remedios Zafra en una entrevista reciente que “incomodar es un peaje de la libertad de pensamiento”. Ha llegado el verano y las vidas negras (de los negros) -hoy más que nunca- importan. Claro.

Raúl Lucio, junio 2021

 

Eduardo Gruber (Santander, 1949) fue educado desde niño en un ambiente musical e intelectual que puso las bases de su relación futura con el mundo del arte. En 1968 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Aunque no se considera fotógrafo, utiliza la imagen fotográfica que, a menudo, toma un protagonismo indirecto en la construcción de las ideas que determinan sus obras. Realizó su primera exposición individual en Santander, en 1970. Entre sus muestras más recientes se pueden destacar: Utopía (Centro de Arte de Alcobendas), El buscador de Oro (CAB de Burgos), Purgatorio(Palacete del Embarcadero de Santander) o El salón de los espejos (MARCO de Vigo). Su obra está representada en numerosas colecciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Artium (Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo), la Fundación March, la Fundación Coca-Cola o el Museo de Arte Abstracto Español en Cuenca, entre otros.

 

 

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