La Caverna de la Luz

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Festina lente

Silencio, reflexión y contemplación

La expresión latina Festina lente es un buen ejemplo de oxímoron del latín clásico; una figura retórica tan antigua, como actual, por la que se complementan dos términos de signo contrapuesto o contradictorio y cuyo significado de apresúrate despacio define muy bien la intención temática de partida del ciclo fotográfico de La Caverna de la Luz que se propone para el año 2019, en el sentido de avanzar poco a poco y siempre adelante.

Vivimos unos tiempos de aceleración máxima en todos los órdenes de la vida, en el cotidiano existir de los individuos, en sus relaciones personales y sociales, en los medios de comunicación, en internet y redes sociales, en las decisiones y resoluciones de la política y la economía, en las relaciones internacionales, en la producción en serie de bienes y servicios, su transporte y comercio, sean industriales, tecnológicos, agrícolas o de cualquier otra clase, así como de todo tipo de explotaciones y aprovechamiento de recursos naturales, y especialmente en la constante y permanente necesidad de consumir que todo ello acarrea. Esta aceleración se manifiesta asimismo en un afán excesivo de superar todos los retos que el hombre se impone a sí mismo, impulsado por un acusado espíritu competitivo, de un extremado egoísmo y ambición, muy lejos de toda ética, que provoca además tanto desastres naturales, como conflictos armados y en consecuencia movimientos masivos de poblaciones desarraigadas de refugiados. Un mundo, pues, de una enorme densidad de población y de una intensa actividad industrial y comercial, en el que la riqueza y la pobreza, el trabajo, el paro y la hambruna son las caras de una misma moneda, y en el que de ningún modo se sienten ajenos, sean cómplices o sean denunciantes, y a veces también culpables desde la supuesta denuncia, la actividad artística, la producción literaria, la musical, la cinematográfica o cualquier otra experiencia cultural afín, por citar las más próximas a la fotografía, incluida esta misma en este vasto desenfreno general, en el que el efecto y el provecho inmediatos son la máxima o norma general.

La celeridad de la nueva era digital, en fin, se ha impuesto ya definitivamente en el siglo XXI, abriendo el campo a nuevas y nunca imaginadas prácticas de todo tipo que, aunque son estimulantes y fructíferas, han ido alcanzando rápidamente niveles de aturdimiento a veces desmedido. En suma, todo lo anteriormente expresado de modo tan genérico viene afectando de lejos al equilibrio ecológico, con la extinción de las especies animales y vegetales, la destrucción de los bosques y las selvas y en consecuencia a lo que es aún más grave, al cambio del clima, hacia una nueva era tan desconocida como inquietante.

Este panorama de excepcional aceleración ha creado un vértigo y una inseguridad generalizados, que a su vez ha ido decantándose igualmente en una polarización de las actitudes personales y colectivas, entre un extremado y radical conservadurismo y un ingenuo progresismo sentimental o “buenista”. Pero afortunadamente también han ido conformándose terceras vías para entender la vida y el mundo tan racionales como el significado profundo que nos ofrece la expresión latina del festinare lente. Terceras vías y maneras que nos impulsan a seguir hacia delante seguros, sin prisas y sin pausas, como el movimiento Slow, corriente cuyas diversas ramas también se relacionan con otras acciones conservacionistas y ecologistas de movimientos con similares características. “Lo que el mundo necesita y el movimiento Slow ofrece, es un camino intermedio, una receta para casar “la dolce vita” con el dinamismo de la era de la información. El secreto está en el equilibrio: en vez de hacerlo todo más rápido, hacerlo todo a la velocidad apropiada, lo cual significa que en ocasiones será más rápido, otras veces más lento y otras un término medio” (Carl Honoré, Elogio de la lentitud, 2005).

Así pues, teniendo en cuenta este contexto general tan dramático y precisamente por el imperativo ético que tenemos los que somos conscientes de ello, sabedores también de que aún nos encontramos a tiempo de contribuir a encauzarlo, es nuestro deseo conectar con el ánimo reparador que inspira a esas terceras vías, que buscan soluciones y proponen alternativas que desaceleren esa inercia destructiva. De ahí la intención de sugerir, a instancias de La Caverna de la Luz, un ciclo fotográfico durante los meses del próximo año de 2019, bajo el espíritu que desvela la frase Festina lente. No se busca la denuncia, sino el silencio y la reflexión, la meditación, antes de iniciar una acción para seguirla con resolución, pero sin pausa. Es el individuo en la naturaleza y en el entorno de la ciudad. El individuo que pasea agradablemente, siendo sujeto observador, al tiempo que también se observa a sí mismo, de forma introspectiva. El individuo que busca y no renuncia a su propio tiempo. El individuo en el movimiento lento, que avanza y no retrocede. El individuo inmerso en el silencio y contemplación de una realidad tranquila y placentera, sea ésta en el camino, sea en la quietud del hogar o del estudio, El individuo, en fin, que demanda y se atarea en la reparación del arte, es decir, en la necesaria y ya ineludible recuperación de la belleza. Un “caminante” tranquilo, en el caso concreto de este ciclo fotográfico, que libre recorre con su cámara fotográfica indistintamente las sendas de la naturaleza o las concurridas calles de nuestras ciudades actuales, afanado en retratar el alma de una y otras, en un proceso de callada observación, de aprendizaje y descubrimiento.

Fernando Zamanillo Peral

Conceptos para tener en consideración

Pasear. Paseo. Paseante. Naturaleza. Ciudad. Meditación. Observación. Reflexión. Introspección. Silencio. Contemplación. Placer. Agrado. Belleza. Movimiento lento. Reparación. Desaceleración. Pausa. Sosiego. Quietud. Resolución. Celeridad moderada, razonable y positiva. Equilibrio. Empatía. Humanismo. Ecologismo…

 

Fotografías de

Álvaro González, Jorge Rojo, Pedro Palazuelos, Emilia Trueba, Simona Gaddi, Chelo Matesanz, Fernando Bermejo, Patricia Trueba, Jesús Velasco, Javier Arce, Jesús Vidal y Carlos Atienza.

 

Calendario de exposiciones “Festina lente” La Caverna de la Luz 2019

Enero, jueves 3, Álvaro González

Febrero, jueves 7, Jorge Rojo

Marzo, jueves 7, Pedro Palazuelos

Abril, jueves 4, Emilia Trueba

Mayo, jueves 2, Simona Gaddi

Junio, jueves 6, Chelo Matesanz

Julio, jueves 4, Fernando Bermejo

Agosto, jueves 1, Patricia Trueba

Septiembre, jueves 5, Jesús Velasco

Octubre, jueves 3, Javier Arce

Noviembre, jueves 7, Jesús Vidal

Diciembre, jueves 5, Carlos Atienza

 

ÁLVARO GONZÁLEZ

Anima Hominis, 2018

Inauguración, jueves 3 de enero de 2019

 

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Álvaro González (Venezuela, 1979), que abre el ciclo fotográfico de La Caverna de la Luz, de 2019, es un artista ligado a Santander que vive y trabaja en Madrid. De sólida formación académica en su país de origen como arquitecto, es asimismo doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, ejerciendo a su vez la docencia del dibujo y la plástica también en Madrid. En el pasado estuvo unido a la Galería Del Sol, de Santander, en la que expuso tanto de forma individual, como en muestras colectivas y ferias de arte.

La Caverna de la Luz, con su participación en esta primera muestra, se abre pues, no sólo a la mirada propia de los fotógrafos, sino también a la de otros artistas plásticos que normalmente no usan la fotografía con una finalidad testimonial, objetual y expositiva, sino a lo sumo como un medio de trabajo, en una especie de confluencia que se pretende enriquecedora de los presupuestos que animan el objetivo del ciclo Festina Lente.

Álvaro González ha recurrido para su propuesta visual a conceptos como meditación, observación, reflexión, introspección, silencio, contemplación, alma, invisible, espíritu, luz, sombra. Como artista además, gusta de inspirarse, más allá de lo puramente formal, en el pasado humanista del arte, además de tratados científicos y filosóficos, como ya demostró en las dos últimas exposiciones que realizó en el Espacio Alexandra, de Santander, en los años 2015 y 2017, El valle de los huesos secos y la carpeta de estampas Naturae Imago, además de manejar diferentes referencias visuales de todo tiempo y lugar (Cueva de las Manos, en Santa Cruz, Argentina; la abstracción de Barnett Newman; o el dibujo sobre el alma (sic) que Johann Comenius nos ofrece en su tratado Orbis Sensualium Pictus, de 1650, entre otros). De esta manera, pues, el artista ha compuesto la obra Anima Hominis, en clara alusión a este último filósofo y pedagogo checo en la referida enciclopedia de imágenes para niños sobre el saber de su época. Contraluz y transparencia a través de una tela rayada de unas manos que, difuminadas, adquieren todo el misterio de lo intangible e inasible anímico, en sus verdades, errores e incertidumbres. De esta manera, Álvaro González, sin alejarse demasiado de las imágenes pictóricas de su propio trabajo, consigue ofrecernos una fotografía única plena de sensibilidad y luminosa belleza, al tiempo que nos sugiere la absoluta actualidad del pensamiento de Comenio*.

* “Vera rei cognitio, est Scientia ; falsa, Error, Opinio, Suspicio”.

Fernando Zamanillo Peral

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