La Caverna de la Luz

Rubén García Escalante – Sin título

Siempre es un reto complicado acercarse a observar una imagen e intentar desentrañar sus significados. Su carácter salvaje hace difícil entender, en muchos casos, sus claves y percibir la totalidad de la información que nos aporta. La ventaja de escribir sobre fotografía es que se cuenta con tiempo para reflexionar antes de elegir las palabras concretas que utilizaremos, frente al trabajo del fotógrafo, que sólo cuenta con un pequeño fragmento de tiempo para decidir lo que va a capturar.

Como señala David Campany, “las fotografías confunden así como fascinan, esconden tanto como revelan, distraen tanto como compelen. Son unas comunicadoras impredecibles”. Asumámoslo ya: las imágenes son seres ambiguos, capaces de ofrecer múltiples caminos de lectura y, a veces, infinitas conexiones; nos emocionan y nos despistan a partes iguales.

¿Qué vemos en esta imagen de Rubén García Escalante? Un fondo negro, tres personajes –también vestidos de negro– en pose frontal, mirando a la cámara, desafiándola desde una relajación gestual. Parece un retrato generacional: ¿cuerpos atrincherados en tiempos coronavíricos? El paso del tiempo: “El tiempo es mi cuerpo y mi enigma”, en palabras de Francisco Brines.

Sí, todos somos una construcción mental, nos recordaba Duane Michals en 1976. Esta imagen contiene genealogía, estirpe… balance dinástico… El paso del tiempo y la herencia ligada a él. Pero hay mucho más: “Una sola fotografía puede contener múltiples imágenes”, como ha indicado Daido Moriyama.

Para su autor, la imagen nos habla de adolescencia y de pandemia: “La adolescencia es la no aceptación de nuestro yo y, por consiguiente, la búsqueda de nuestro yo profundo. La era post COVID debería ser una oportunidad para dar ese paso que necesitamos como individuos y como sociedad. Hacernos adultos, finalmente”. Madurar, claro: una necesidad constante. Saber afrontar la vida. Casi todos los fotógrafos podríamos suscribir la afirmación de Masahisa Fukase: “Trabajo para detenerlo todo. Mi obra es una especie de venganza contra el drama de tener que vivir”.

Fotografiamos a los otros para realizar un autorretrato de la ausencia, de lo que queda, del silencio, porque las fotografías, como ha señalado Daido Moriyama, “son piezas de un mundo eterno y fósiles de luz y tiempo”. Como bien nos recordaba Octavio Paz, Japón nos ha enseñado a sentir con el corazón, frente a pensar con la razón, ofreciéndonos una ventana que nos muestra otra imagen del hombre, otra posibilidad de ser.

Nuestra condición humana nos hace olvidar, a menudo, que eso que nos empeñamos en llamar futuro ya está pasando.

Raúl Lucio

Rubén García Escalante (Madrid, 1971) reside en Cantabria desde el año 1996. Se inició en la fotografía de forma autodidacta a finales de los años ochenta. Ha realizado diversas exposiciones: Palacio de Sobrellano, Centro Cultural de Caja Cantabria, Capricho de Gaudí, Castillo de Argüeso, Espacio imagen, Instalación Sakura, Club des Amis de L’Europe et des Arts Internacional, Palacio de Festivales de Santander… Desde el año 2015 se dedica al reportaje social, coincidiendo con la puesta en marcha de su propio estudio, Rubén Gares.

 

 

 

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