La Caverna de la Luz

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El fantasma en la máquina se despide de la Caverna de la Luz después de un año de sorpresas fotográficas que han ido reflexionando sobre nuestra relación con la tecnología. Diferentes aspectos sobre un tema, tan amplio como pertinente en nuestros días, se han ido desgranando mes a mes ofreciendo la posibilidad de reflexionar y disfrutar estéticamente. Las comunicaciones, el proceso fotográfico, el arte y la ciencia, el cuerpo como máquina, la relación con la naturaleza, los autómatas, el cambio de paradigma musical por las nuevas tecnologías, la obsolescencia, los mundos analógicos que dejamos atrás o la ciencia ficción son algunos de los temas que han ido surgiendo de la mano de Manuel Álvarez Diestro, Jorge Fernández, Zaida Salazar, PeleaStudio (Majo Polanco y Carlos Terán), Antonio Díaz Grande&Javier Lamela, Raúl Lucio, María Bodega, César Poyatos, Robert Navarro, José Luis de la Peña y Luis Escalada. José Segarra pone el punto final a este elenco y cierra el ciclo con la fotografía titulada Dique de Gamazo.

En esta interesante composición marcada por líneas y diagonales, Segarra establece dos campos bien diferenciados en la imagen. En el inferior están las viejas máquinas dentro de grandes muros de piedra, ya obsoletas y retiradas de su función tradicional, inservibles para la actividad de grandes barcos y estructuras relacionadas con el mar. Grandes válvulas pintadas que abrían y cerraban el paso de los fluidos sirven ahora para recordar el pasado y decorar el puerto que reconduce sus instalaciones con nuevos usos de sus espacios ligados al ocio y al turismo. En la parte superior de la fotografía, se adivinan las personas visitantes, como en un mundo ajeno, que se asoman expectantes y curiosas desde otro plano que podría ser simbólico, como pertenecientes a otro lugar en el que la tecnología es más pequeña y más sutil pero mucho más invasiva. Queda abierta la interpretación y la búsqueda del fantasma, que por cierto merodeó, más o menos expuesto, por todas las propuestas con diferentes disfraces, a veces de formas azarosas y mágicas, introduciendo esa incógnita o juego a través del cual dar una vuelta de tuerca más a la muestra.

Si algo ha quedado patente a través de la elección de los temas por parte de los artistas en este encuentro ha sido la sensación de que vivimos un cambio de paradigma marcado por tecnologías de nueva generación y la actitud es en general de recelo y precaución, quizás de cierta nostalgia. Parece que nuestra visión de la máquina es aún referida a la máquina grande, antigua, pesada. El paso de lo analógico a lo digital está generando diferentes arquitecturas y escenarios, los aparatos que nos rodean en las últimas décadas han cambiado de una manera tan drástica que da la sensación de estar dejándonos muchas cosas por el camino. Los fotógrafos, lejos de lanzar alabanzas a los avances cibernéticos han mostrado esos restos del pasado y también a la naturaleza, que pierde espacio en esta dura partida, que se está llevando la peor parte del avance tecnológico. Parece ser que ese futuro augurado de feliz simbiosis humano-máquina está aún lejos de nosotros, al menos en nuestra mente, cuyos ritmos de cambio son mucho más lentos que el desarrollo tecnológico.

 

-EL AUTOR

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Foto: © Julio Fernández

José Segarra (Santander, 1952) comenzó a hacer fotografías a los 15 años y su actividad se ha centrado básicamente en el aspecto documentalista. La fotografía de su entorno más cercano y el reportaje de prensa han guiado siempre su trabajo. Durante una época publicó sus fotografías en diferentes medios de Cantabria, Madrid y Barcelona. Posteriormente, trabajó y realizó cursos de fotografía y revelado en su propio estudio “Zona”. Actualmente sigue siendo un fotógrafo de documentos sociales y, siempre cámara en ristre, buscando como un atleta el ángulo perfecto, retrata a su gente y su contexto desde la experiencia vivida, desde la emoción que le suscita el acontecimiento social o los eventos culturales de todo tipo, de los que da buena cuenta recogiendo no solo lo que sucede en el escenario, sino también las reacciones que suscitan en el público, las escenas que se generan cuando la ciudadanía comparte actividades, ideas y sentimientos, cuando el arte que reciben se refleja en los rostros y las actitudes. Para Segarra “la fotografía debe expresar la naturaleza de las cosas, no su concepción banal, y, sobre todo, honestidad en el trabajo”.

 

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